AUN SABIENDOLO TODO, TE AMO
Te amo, pero no como se ama en las canciones que prometen un para siempre,
ni como se ama en los cuentos donde todo encaja al final.
Te amo con los ojos abiertos, con la piel herida y la conciencia despierta.
Te amo sabiendo que no eres perfecto y sabiendo que yo tampoco lo soy.
Te amo viéndote, realmente viéndote,
más allá del deseo y del ideal.
Podría describirte con mil palabras,
trazar los contornos de tu risa,
los gestos que te vuelven único,
las veces que tu voz fue refugio y tu abrazo hogar.
Sí, podría decir que me has salvado a ratos,
que has sido sol en días donde sólo había niebla,
que lograste, sin saberlo,
que me sintiera viva cuando todo lo demás pesaba.
Te amo porque me hiciste bien,
porque despertaste ganas en mí cuando el mundo era gris,
porque supiste decirme verdades cuando necesitaba firmeza
y no consuelo.
Pero también te amo sabiendo.
Sabiendo que hubo momentos donde solo fui opción y no prioridad,
que me dolió tu distancia más que tus palabras,
que me congelé esperando un gesto tuyo que nunca llegó con firmeza.
Me enseñaste, sin querer, a endurecer el corazón,
a entender que a veces el amor no basta,
que hay amores que no saben quedarse aunque duela.
A veces creo que la única forma real de amarte
es dejarte ir.
No como castigo, no como drama,
sino como acto final de amor verdadero:
darte tu libertad, liberarte de mí
y hacerte realidad ese anhelo de verme marchar.
Pero luego estás ahí,
con esa forma sutil de mirarme
como si en tus ojos aún viviera un “nosotros” posible.
Y entonces me pierdo.
Porque hay una parte de mí que quiere quedarse,
que aún sueña con lo que podríamos ser
si alguna vez decidiéramos elegirnos del mismo modo,
al mismo tiempo y con la misma fuerza.
Pero el tiempo ha hablado,
y los actos pesan más que tus silencios.
A veces creo que no debería quedarme en los espacios que no hago falta.
Entonces estoy aquí,
con un amor entre los dedos,
y no sé si usarlo para abrazarte fuerte
o para soltar tu mano.
Tal vez amarte
sea también aprender a marcharme.
Tal vez la lección más grande
es que a veces el amor no triunfa,
pero aún así vale la pena haberlo sentido.
Porque te amo.
No con la ilusión de lo que podrías ser,
sino con la verdad de lo que eres.
Y desde esa verdad, debe partir mi elección,
si quedarme y sanar la herida junto a ti,
o curarla con distancia.
Lo peor de esto, es que ninguna de las dos cosas
me deja intacta.
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