Dos veces el mundo se quebró

He tenido dos infortunios en mi vida, 

el primero, fue una malformación arteriovenosa 

y el segundo, poner mi amor en unas manos que no querían sostenerlo.


La primera vez,

el cuerpo gritó.

Una telaraña de sangre en mi cabeza,

una bomba silenciosa

que latía sin aviso.

Ahí entendí

que estar vivo no siempre es estar a salvo.


Viví con el miedo acostado a mi lado.

Aprendí a leer los silencios del cuerpo,

a traducir el pulso,

a no confiar del todo en la máquina que me sostiene.


La segunda vez,

fue el corazón el que se rompió.

No por enfermedad,

sino por fe mal puesta.

Le entregué mi amor como si fuera pan caliente,

como si el amor bastara para que alguien se quede.


Pero sus manos no eran hogar.

Eran andamios flojos.

Y caí.

No con un estruendo,

sino con esa lentitud cruel

de los sueños que se deshacen despacio.


Dos veces mi mundo se quebró.

Primero por dentro,

luego más adentro todavía.


Pero sigo.

con cicatrices que hablan cuando callo,

y con una fuerza que no pedí,

pero que es mía.

Aquí sigo, no para olvidar,

sino para entender

que algunas batallas no se ganan,

pero si se sobreviven.

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